martes, 21 de abril de 2009

TEATRO EN LA FRONTERA


Hay cosas que no se pueden explicar. Es necesario vivirlas. Si las explicas e intentas comunicarlas en toda su intensidad, la gente te mira escéptica o condescendiente, te toma por iluminado o por excéntrico. Es muy difícil hacer entender a quien no la ha vivido la experiencia del teatro, hasta qué punto te atrapa ese universo único en el que puedes separarte de ti para ser otro y vivir la vida de ese otro por un tiempo, sentir sus anhelos, sufrir sus penas, vivir sus amores y desamores, soñar sus sueños, con lo que tu propia vida se llena de sensaciones intensas e irrepetibles. Sólo quien ha prestado su cuerpo, sus emociones y sus sentidos a un personaje teatral, sólo quien ha convivido y se ha peleado con él hasta poder llegar a comprenderlo, aceptarlo y amarlo como es, sólo quien se ha olvidado de sí mismo y ha sido verdaderamente el otro, siquiera por un instante, puede entender lo que es realmente el teatro.

El personaje se queda en ti, es inevitable. Sus vivencias serán ya para siempre recuerdos tuyos. Pase lo que pase en tu vida real, tú serás también esa muchacha o ese muchacho que una vez huyó al bosque para defender su amor y escapar de la muerte, ese joven caballero que siguió a su rival poseído por los celos con el ánimo de batirse en duelo con él, esa dama que se humilló por amor ante el hombre que la rechazaba, ese padre autoritario que no entendió a su hija y estuvo a punto de perderla, ese noble ecuánime y justo que rebosaba felicidad o esa ardorosa novia que no podía apenas esperar a la noche de su boda. Serás aquel carpintero con vocación de poeta que se extasió imaginando una representación sublime y se desesperó al ver que la realidad estaba tan lejos de sus sueños, o aquel tejedor vehemente e histriónico que se vio a sí mismo convertido en burro y todavía no se explica cómo un sueño así podía parecer algo tan real, o aquel muchacho despistado al que contrariaba que nadie advirtiese que ya era un hombre con toda la barba. Serás aquel bribón que trasteó los molinillos, desnató la leche e hizo que se perdiera el caminante de noche y de todo eso se rió a gusto y sin remordimientos. Serás el celoso rey que se sintió ofendido en su orgullo y tramó una venganza sorprendente contra su esposa o la altiva reina que se durmió entre las flores al son de una dulce nana, o uno de esos espíritus del aire, volátiles y delicados, que durante una noche de verano llenaron el mundo de belleza. O serás quien nos sirvió de guía por los caminos de la ficción.

¿Recordáis aquella frase que os cite de una famosa actriz catalana? “No es verdad porque no eres tú, pero es verdad porque te está pasando”. Yo añadiría: “Y como te está pasando, se convierte en parte de tu historia personal, por lo que sí acabas siendo tú, de alguna manera”. Cada personaje es una búsqueda dentro de uno mismo y, no por casualidad, en esa búsqueda uno suele encontrar cosas que no sabía que poseía. Todos tenemos una imagen de nosotros mismos de la que nos resulta muy difícil apearnos. A veces nuestra imagen es una cárcel en la que estamos presos. Pero en el teatro, cada uno de nosotros puede ser todo eso que no cree ser y, siéndolo sobre el escenario, lo gana para sí mismo y para su vida. Hay quien se cree triste o pesimista y descubre que también la alegría habita en su interior; hay quien no cree poder superar su timidez y de pronto se despliega, abre sus alas de hada y se ofrece para la construcción de algo bello o deja atrás la vergüenza porque descubre que es un lastre y que de nada le sirve; hay quien se ve como una persona apacible, nada autoritaria y siempre responsable y encuentra en su interior la fuerza suficiente para hacer oír su voz y la suficiente inconsciencia para divertirse y aceptar el error como una manera de aprender y superarse; hay quien se reivindica como un ser racional y lógico, pero se topa con su lado más absurdo y aprende a disfrutarlo; hay quien parece individualista o escéptico, pero saca de su interior una capacidad de entrega al grupo tan asombrosa como bella; hay quien se siente débil o a punto siempre de caer y descubre que puede sacar fuerzas de flaqueza; hay quien parece no necesitar a nadie y sin embargo brilla cuando se siente mirado con cariño y respeto; hay quien tiene un gran sentido del ridículo y descubre que puede reírse de sí mismo y que eso le libera; hay quien teme poner en entredicho su lealtad y acaba comprendiendo que la lealtad que habita en su interior puede resistir cualquier cosa; hay quien se comporta con frivolidad y acaba encontrando dentro de sí esa capacidad para el compromiso que no parecía tener; hay quien, de entrada, se cree mejor que su personaje, pero se esfuerza por sacar a flote la generosidad suficiente para dejarle ser lo que es; hay quien se entrega incondicionalmente casi desde el principio y en ese camino de la construcción de su personaje va superando todos los retos.

El teatro nos sirve para conocernos y para querernos a nosotros mismos y también sirve para conocer y querer a nuestros compañeros, aquellos en los que siempre puedes confiar, que te salvarán si se te olvida el texto, que te sujetarán si caes, que te darán ánimos cuando te vengas abajo, que te echarán la bronca cuando lo merezcas, que te respetarán hagas lo que hagas en ese espacio casi sagrado que es el espacio escénico. Todos y cada uno de los miembros del equipo son importantes. No existen papeles pequeños, tan sólo pequeños actores. Un actor pequeño es aquél que no llega a comprender el acto de generosidad tan grande que es dar vida a un personaje sobre las tablas de un teatro. Al personaje le das tu cuerpo, tu voz, tus gestos, tus emociones, se lo das todo, te sobrepones a la timidez, a la vergüenza, al sentido del ridículo, a los miedos, a los tabús, a las reglas morales, al dolor físico, con el único objetivo de que el personaje viva y pueda salir del papel escrito, convertirse en algo real por unas horas. Cuando un actor hace eso por su personaje, aunque su personaje sólo diga una frase, entonces es un gran actor y el personaje brilla en toda su plenitud. Cuando eso sucede, además, sucede también otra cosa que completa la magia y cierra el círculo y es que el público siente un infinito agradecimiento por haber podido asistir a ese “milagro de la vida humana convertida en comedia y de la fantasía desplegándose ante sus ojos”. Los aplausos, las felicitaciones, las ovaciones son la expresión de ese agradecimiento profundo, porque quienes han asistido a la función sienten que se les ha hecho un regalo impagable y que no salen del teatro del mismo modo que entraron. Algo ha cambiado en ellos. Han entrado en contacto. Es, en parte, lo que los griegos llamaban catársis.

Vosotros habéis conseguido todo eso y me atrevería a decir que lo que os lleváis de esta función es mucho más de lo que esperabais. Mucho más, desdeluego, que los setecientos y pico euros de la recaudación. Llamadme bruja, pero yo ya sabía que sería así. Sois una gente muy especial. Hay cosas para las que uno se elige a sí mismo y el teatro es una de ellas. Vosotros sois de esa clase de gente que se elige, que sabe dónde están las experiencias que valen la pena y no se las deja perder. Y además habéis sabido confiar en nosotras, en Maribel y en mí, con humildad y disponibilidad. Eso para mí no tiene precio y os estaré eternamente agradecida por haber hecho posible que yo también cumpliese un sueño.

Ahora el veneno del teatro se ha metido en vuestras venas y discurre por ellas mezclado con vuestra sangre, por lo que sé que en el futuro muchos de vosotros buscaréis eso nuevamente, esa sensación incomparable que tuvisteis el sábado y que muy pocas cosas pueden proporcionar, quizá tan sólo el amor y la amistad. El teatro es una puerta abierta a la intensidad de la vida. Y cuando el teatro está vivo, como lo estuvo el sábado pasado, entonces todos, los de arriba y los de abajo, los que están entre bastidores y los que controlan desde el fondo de la sala, todos tocamos la felicidad con la punta de los dedos.

Estas cosas podía habéroslas explicado al principio de esta aventura desde mi propia experiencia, yo que guardo en mi casa toda clase de objetos que pertenecieron a los personajes que he tenido la suerte de poder interpretar, que sé lo que es despedirse de un personaje con el que has convivido a veces durante meses, al que has rechazado por no ser como tú querías que fuera, porque te exigía bucear en ti para encontrar eso que él necesitaba para vivir, con el que te has reconciliado al fin y al que has aprendido a querer como sólo se quiere a alguien que es tuyo, yo que conozco la tristeza infinita que se siente cuando lo ves partir otra vez hacia el lugar del que vino, os podía haber explicado todo esto al principio, pero me hubieseis tomado por una excéntrica.

El teatro nació en Grecia unido a los ritos religiosos y esa esencia sagrada no lo ha abandonado nunca porque cualquiera que haya vivido lo que vosotros vivisteis el sábado sabe que se trata casi de una experiencia mística, algo que nos conecta con nosotros mismos y con los demás más allá de nuestros roles en la vida.

Así que sólo puedo deciros una cosa: haced teatro, hacedlo con sinceridad, con entrega, con entusiasmo, siempre como esta primera vez. Os daréis cuenta de que por muchas tablas que uno tenga, el teatro tiene siempre algo de primigenio, siempre hay que volver a construir todo de la nada, con las herramientas más valiosas de las que dispone el ser humano: su cuerpo, su corazón, su inteligencia, su propia persona. Y, de eso, vosotros tenéis de sobra. Muchas gracias y mucha mierda.


La compañía de teatro de 2º de bachillerato del IES Guinovarda de Piera estrenó el sábado 18 de abril de 2009 su versión de "El sueño de una noche de verano" de William Shakespeare. Los que estuvieron allí saben que fue algo grande y mágico.